"...mejor, pues, que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época." J. Lacan.

RESONANCIAS…. Los misterios del cuerpo hablante

Pilar Dasí Crespo

Valencia-Benissa, marzo 2010

Entender qué del goce, ese real anterior a toda simbolización, resuena como malestar en el cuerpo exige, siguiendo a Freud, ir en dirección de la biografía a la biología, y no al revés. Es la primera la que sirve de orientación a la segunda.

Resonancias quiere decir que el cuerpo ofrece su sustancia al significante y en consecuencia el saber atraviesa lo vivo y lo afecta, perturbándolo. Pero no hay que olvidar que para que algo resuene, hace falta, indefectiblemente, que haya un vacío, un hueco donde resonar. Pues de un violín compacto, sin hueco, jamás se escuchará música alguna.

To understand jouisance, the real prior to all simbolization, which resonates in the body as malaise, demmands, following Freud, going from biography towards biology and not vica versa. The first serves as direction to the second.

Resonances means that the body offers its substance to the signifier and accordingly knowledge traverses the alive and affects it, disturbing it. But we must not forget that for something to resonate we undoubtedly need an emptiness, a space for resonance. Like a compact violin which without being hollow would never make music.

Comprendre quoi de la jouissance, ce réel qui précède toute symbolisation, résonne comme malaise dans le corps exige, d’après Freud, aller de la biographie à la biologie, et non à l'inverse. C'est la première qui sert d'orientation à la deuxième.

Résonances veut dire que le corps offre sa substance au signifiant et en conséquence le savoir traverse ce qui est vif et qui lui affecte, en le perturbant. Mais il faut ne pas oublier que pour que quelque chose résonne, il faut, inévitablement, qui il y ait un vide, une cavité où résonner. Donc d'un violon compact, sans cavité, aucune musique on n’écoutera jamais.

Lo real es el eje de lo que atañe a la ética del psicoanálisis

J. Lacan. Seminario 16. De Otro al otro. 1969

Resonancias de la palabra y del lenguaje 

Si en nuestra reflexión partimos de la consideración del cuerpo, inmediatamente nos damos cuenta que la obra de Freud aborda el tema a partir de las resonancias que la palabra y el lenguaje producen al menos en dos direcciones. Por un lado, prestamos nuestro cuerpo a ser significado; por otro, las palabras nos moldean, de modo que nuestro destino se ha ido formando al calor, al color, al sabor de palabras que nos llegaron en momentos cruciales de nuestra existencia ya que se entrelazan con los dominios de la vida y la muerte. Esta perspectiva no ignora tampoco los efectos del discurso social en los cuerpos y sus avatares, y considera la enfermedad y lo mórbido como un eco en el cuerpo de lo psíquico que suena, resuena, consuela. ¿Qué es sino nuestra conceptualización del fantasma? El fantasma no es ni más ni menos que esa melodía[i].

Tanto en la sincronía como en la diacronía de un sujeto, como en la reflexión sobre las civilizaciones y sus producciones, Freud, en su vigencia actual, nos permite una lectura del cuerpo no sólo clínica, sino también biológica y sociológica donde el concepto de pulsión tiene toda su pertinencia. Y no sólo su pertinencia conceptual, metapsicológica, sino también desde la consideración de la subjetividad en todo el despliegue fenomenológico o no, del pensamiento, del ser y del semblante. Es decir, el lenguaje, él mismo nos habla y no sólo se trata de curar con palabras, sino de curar y de cuidar las palabras, lo que abre el diálogo con la medicina, la lingüística, la literatura, la sociología, las ciencias políticas, es decir, aquellas disciplinas que se ocupan de abordar las coordenadas de nuestro tiempo. El eje de lo real que atañe a la ética del psicoanálisis sólo puede ser deducido del lenguaje en lo que se dice…., por eso hay que ir de la biografía (historización) a la biología y no al revés[ii].

El cuerpo[iii] está afectado por el lenguaje (a-histórico) y es efecto del discurso[iv] (cultura), el cuerpo que tiene el sujeto en virtud de la estructura de la pulsión y como efecto de las huellas que deja el decir de la demanda, del que se ocupa el psicoanálisis…., es el cuerpo que habla y que como Colette Soler nos plantea en su texto de presentación del próximo Encuentro Internacional “si existe un misterio, no es aquel de la palabra que se hizo carne, sino el de la carne que habla. Y en este sentido sus enigmas no son simplemente los de la vida, sino los de esta propiedad de lo vivo que se llama goce….”

El cuerpo es la sustancia gozante afectada de la no relación sexual que es el acontecimiento del cuerpo en el sentido del trauma, ese que deja huellas en cada uno de nosotros como seres hablantes. Esta precisión permite diferenciar o hacer otra lectura de algo que aparece compacto en la obra de Freud y es que el cuerpo ofrece su materia al significante y en consecuencia el saber pasa al cuerpo y lo afecta. Son dos momentos lógicos. Pero, además, que lo que llamamos síntoma sea lo que perturba el cuerpo como acontecimiento, plantea una nueva disposición metodológica entre un cuerpo del saber vinculado a la falta en ser y un cuerpo libidinal afectado por la angustia.

El afecto es un efecto de saber, un efecto corporal del significante, un efecto de goce, ya sea para facultar el fantasma, como nos muestra Freud en Pegan a un niño, ya sea para producir un síntoma. Pues, siempre es el cuerpo el que goza, nos dice Lacan a partir de Aún. Hay en Lacan una corporización de la dialéctica del $ y el Otro (Tachado) donde circula el efecto de goce, vehiculizado por la pulsión. 

La teoría de las pulsiones mitifica lo real a falta de poder ser alcanzado por el lenguaje y Lacan trata de mantener la distancia con el real impensable, por eso desde “Estudios sobre la histeria”[v] hasta “El malestar en la cultura”[vi] , desde “El Proyecto…” hasta “Inhibición, Síntoma y Angustia”, desde las “Teorías sexuales infantiles”[vii] hasta “Moisés y la religión monoteísta”, desde “Las perturbaciones de la visión” al “Más allá del principio del placer”[viii], el cuerpo está implicado en Freud del lado de la conversión, del discurso y de lo real (que él llama mitología y Lacan elucubración).

Resonancias del malestar

El sujeto recibe su mensaje en forma invertida, es decir, su propio goce como goce del Otro, con la particularidad de que el goce pulsional no es socializable, lo que abre una brecha entre el goce normalizado por el discurso y la verdad del goce singular y por eso el psicoanálisis trata de distinguir muy precisamente la enfermedad y los enfermos[ix], frente a la deriva en la que han entrado los dispositivos de la salud, al olvidarse del enfermo en beneficio de la enfermedad[x].

En los hospitales la gente se muere de hambre de piel, decía Walter Benjamín, hoy esa máxima se amplía considerablemente, pues el cuerpo que nace en el tercer milenio es el cuerpo desacralizado, experimentado, explotado y torturado en los campos de concentración; y es también el cuerpo brotado de la revolución sexual del siglo pasado. También es el cuerpo surgido de los adelantos de la medicina. Por otra parte, el culto al cuerpo que se desarrolla en nuestros días no es un culto a lo orgánico en él, sino al cuerpo como imagen, lo que produce enfermos de la imagen que se tiene de sí mismo.

La época actual en la que los ideales ya no organizan la vida del sujeto, los desengañados se engañan, faltando a su cita con el inconsciente como saber. Como nos recuerda Lacan, cada generación reinventa sus arreglos de goce con la aparición de sufrimientos inéditos en los sujetos y en las estructuras colectivas, y por eso la práctica analítica tiene que ubicar ese malestar en el contexto de las condiciones de la subjetividad de la época.

La afirmación “el hombre es un animal enfermo” recorre la filosofía desde San Agustín a Nietzsche, pasando por Hegel, y para Zizek (La metástasis del goce) el rechazo de lo simbólico propio del discurso capitalista, es cínico[xi]. El neoliberalismo programa un desamparo organizado[xii] con diversas alternativas de “cosificación” que aumentan el plus de goce y conduce a una consolidación del fantasma que desemboca en un refuerzo de las fijaciones de goce. Insta al sujeto a un goce autista y sin freno por medio de una fetichización de bienes y objetos que a la vez arrasa con las particularidades y retorna correlativamente en diversos tipos de segregación y fundamentalismos.

Paradójicamente no son las ciencias sociales quienes se ocupan de las resonancias del malestar, más bien las forcluyen; sino, como Freud mismo enuncia, es la creación artística la que permite aproximarse a la experiencia única de lo sublime, es decir al hecho de que la Cosa puede revestirse de dignidad estética y ética. Al respecto, sabemos que la relación de un sujeto con sus objetos la proporciona una fantasía primordial insertada en su verdad inconsciente, y J. Lacan ha puesto de manifiesto, que los límites de la construcción de la realidad para cada sujeto, son éticos.

Resonancias metafóricas

La clínica actual está repleta de malestares que se manifiestan en el cuerpo ¿Quizás no fue así siempre? ¿Qué puede haber de distinto en nuestros tiempos? Y si hay algo distinto ¿De qué se trata? La pulsión en su gramática, dicta lo que el sujeto no alcanza a decir más allá de la demanda.

Susan Sontag denunció las metáforas en su libro “La enfermedad como Metáfora”. Las metáforas asociadas a la enfermedad (cáncer, sida, tuberculosis) contribuyen a intensificar los sufrimientos de los enfermos. No se trata sólo de la palabra en sí, sino del discurso en que suele aparecer inserta. 

Sontag describe el proceso por el cual una enfermedad asociada con un uso metafórico puede volverse un adjetivo. Ejemplo: esquizofrenia, histeria, manía depresiva. Esta no es una tesis novedosa, pues ya Nietzsche afirmaba que “los enfermos suelen sufrir más por la imagen que sustentan acerca de su propia enfermedad que por la enfermedad misma”. Del mismo modo, Lévi-Strauss y Mauss hablan de la porosidad del cuerpo respecto de la acción del símbolo. Y David Le Bretón, en su libro Antropología del cuerpo y modernidad nos dice que “la palabra, es eco en el cuerpo, resonancia en la carne”. 

Al respecto, el discurso cambiado por la metáfora reorganiza la realidad, pues las metáforas son mensajeras de la significación. Por ejemplo, “soy adicto” “soy alcohólico”, “soy jugador”, “soy anoréxica”, señalan un anclaje en el discurso que no fomenta, e incluso impide, la formulación de interrogantes en torno al padecer subjetivo. Mientras que el discurso del amo, discurso que funda el inconsciente, marca un punto de imposibilidad en la relación sujeto-objeto, el discurso capitalista confiere un falso ser, definido por una práctica y no por un síntoma.

En contrapunto, en el discurso psicoanalítico se trata de transmitir un decir propio, que recoja las patologías del punto de almohadillado sobre la incertidumbre histérica y sus arrebatos de agitación, sobre los efectos de exceso de la cadena rota en la manía, sobre el pasaje al acto del obsesivo, la petrificación melancólica o las personalidades “como si” -para los que la palabra y la conducta son de prestado-, o sobre las voces y los neologismos del automatismo mental.

Resonancias de lalengua

Podemos referirnos en la obra de Lacan a las resonancias de la libido, matriz del objeto perdido y la consiguiente transformación del goce en goce discursivo a través del significante, sobre el cuerpo, pero es evidente que a partir de Aún, Lacan radicaliza el retorno al cuerpo como sustancia susceptible de gozar, lo que introduce una nueva lógica entre el sujeto (saber) y su cuerpo (tener) con sus interrogantes, lo cual no es ajeno a la eficacia del psicoanálisis mismo y a las preguntas que plantea la clínica.

El cuerpo, los cuerpos que J. Lacan aísla en un viraje conceptual a partir del Seminario Aún, pero con antecedentes claros en su referencia al Estadio del espejo o en su construcción de los discursos en el Reverso del Psicoanálisis (Seminario XVII) y en algunos otros textos, leídos après-coup, nos permiten aislar conceptualmente la importancia que el psicoanálisis ha dado siempre a los efectos de lalengua en el parlêtre.

En mi opinión el pase no fue ajeno a todo esto. Desde el 67, hay una necesidad de pensar el pase y el fin del análisis, lo que produce un viraje respecto a la relación del sujeto con su goce que va desde pensar está relación bajo la forma del fantasma ($   a), es decir, una pantalla que consuela del desamparo y que hay que atravesar, a pensar que la relación del sujeto con su goce resulta marcada por la repetición, lo cual da un nuevo valor al síntoma al final del análisis, o mejor a las “versiones del pase” en relación al lazo con el Otro, una vez el sujeto alcanzó el encuentro con el inconsciente real. Al final hay una nueva relación con la repetición, como validación de que hay algo nuevo en el decir, una satisfacción que hace resonar no tanto el cuerpo como imaginario, sino una conexión con el agujero, una resonancia dirigida al hueco de uno mismo y de los otros. Lo que se transmite en el pase, como en el análisis, son siempre “modalidades de la pérdida”. Una pérdida entendida no como el fruto de la impotencia del lenguaje sino como signo de una nueva relación con la repetición, aquella que sabe que hay una imposibilidad, imposibilidad que lejos de excluir el goce del saber, permite establecer una relación de extimidad que permite una nueva resonancia. Resonancia ligada a lalengua en relación al cuerpo viviente y al vacío que cava, como forma de abordar el misterio del cuerpo hablante.

Esta concepción se concretó con la autonomía de lo imaginario (consistencia), lo simbólico (agujero) y lo real (ex-sistencia) y su anudamiento por el sinthoma, explicitado en el nudo borromeo[xiii], y deviene hoy una anticipación lógica y una herramienta útil para abordar la clínica actual repleta de malestares que se manifiestan en el cuerpo. 

Resonancias del goce

Las elaboraciones sobre lo real a partir del Seminario Aún, vinculan el cuerpo al goce (sustancia gozante) y el misterio se desplaza desde el desciframiento al cuerpo que habla, al hablante-ser. Por consiguiente el sujeto del inconsciente, constituido por el significante, será a partir del Seminario Aún, falta-en-ser, vinculado al saber, y el cuerpo su soporte, condición del inconsciente real. 

El cuerpo es la condición del goce. Esta concepción abre una perspectiva clínica inédita para abordar los nuevos malestares vinculados al discurso, pero también entre los efectos clínicos del goce Uno y los efectos estructurales del goce Otro, sexual, goce de otro cuerpo, hendidura estructural de la no-relación.

La conversión se presentó en la historia del psicoanálisis como el paradigma de la histeria, pero entender la conversión como el efecto de que la ley simbólica esté inscrita en el cuerpo, nos lleva a la conclusión de que es el hecho de hablar lo que transforma lo psíquico en somático. Desde el momento en que hablamos, el cuerpo está afectado y por lo tanto la conversión tiene que ver, es declinada a partir de los efectos del lenguaje.

La conversión que afecta a todo ser hablante es “un quantum de afecto” y un sustituto de la satisfacción sexual, como bien explica la plasticidad de la estructura histérica, aunque no dé cuenta de la enfermedad orgánica, la psicosomática, ni el fuera del cuerpo de la psicosis. Puede implicar el rechazo del cuerpo, pero no es sinónima de la huelga del cuerpo, aunque en Freud se preste a cierta confusión. Ambos, rechazo y huelga, se juegan a nivel del cuerpo[xiv], en la investidura sintomática del propio cuerpo, donde la erogeneidad es desplazada tanto respecto de las zonas erógenas como respecto de los órganos genitales, pero no son lo mismo ni objetan igual al discurso establecido.

Esta diferenciación es útil para distinguir la posición histérica, que hace la huelga del cuerpo dándose aires de mujer, del síntoma-mujer, donde precisamente una mujer se sitúa a nivel de la sustancia gozante en lo sexual. Y por otra parte permite abordar los rechazos del cuerpo en relación con la sintomatología que los sostienen y despejar errores diagnósticos en las nuevas formas del síntoma, acordes a los discursos a los que objetan.

El síntoma histérico no es el síntoma de otro cuerpo, no exige el cuerpo a cuerpo, es más, no presta su cuerpo para ser síntoma de otro cuerpo. Ignora el goce del otro, del partenaire. Ella (la histérica) quiere ser el agalma del deseo, lo que equivale a no querer ser el síntoma, en el sentido de cuerpo gozado por otro. La histérica revela la estructura lógica del goce[xv]

Si como sabemos, para Freud, los objetos de la pulsión colman la pérdida de vida a través de las pulsiones parciales, hoy los plus de gozar, haciendo tapón de la castración, aumentan significativamente, lo que nos lleva a redescubrir lo problemático de los lazos actuales de los seres hablantes y a distinguir sus efectos de rechazo. Lo que el sujeto recupera con sus estrategias subjetivas no es el goce, sino lo que viene a representar la institución de su pérdida, los plus de goce[xvi] vinculados al discurso.

Resonancias de los enigmas de la repetición

La consideración de la subjetividad implica que la sustracción de goce por efecto del lenguaje y el discurso retorna por estrategias de la repetición, que implican entropía e insistencia de goce. Y también implica que los misterios del cuerpo hablante se descifran en referencia al deseo, cuyos ejemplos más claros son las depresiones y las abulias tan frecuentes en nuestros tiempos, y en referencia a la pulsión en acto. Estos últimos a su vez también requieren de una reflexión, ya que debemos distinguir los que se refieren a manifestaciones compulsivas, como las adicciones (drogas, alcohol, medicamentos), los ataques de pánico, los bruxismos, la fibromialgia, la vigorexia, los cortes en el cuerpo, las bulimias (dialéctica lleno/vacío) y las conductas asumidas, como la anorexia[xvii].

Son rechazos del cuerpo que tienen por efecto, reaparecer en lo real y son solidarios con los imperativos del discurso vinculados a las exigencias de la cultura. Los vínculos sociales que condicionan los anudamientos mediante la nominación, tienen su reverso y dan lugar hoy, más allá de los síntomas clásicos de la neurosis, a un amplio abanico sintomático que va desde una sumisión despersonalizante, a respuestas de rechazo que producen trastornos de personalidad, entendiendo por personalidad que algo está “fijado”. Son síntomas diferentes a los que nos tienen acostumbrados Freud y Lacan, resisten al desciframiento. Son síntomas de separación salvaje que no pasan por el Otro, ni tienen anudamiento fantasmático, es decir, que no hacen lazo. Colette Soler, en el seminario del Síntoma y su analista los llama síntomas autistas porque dice que llamarlos simplemente autoeróticos sería evocar a Eros y eso le parece excesivo. No son propios de las psicosis, ya que se encuentran síntomas autistas en sujetos perfectamente insertados en el vínculo social.

Resonancias de la Angustia

La extinción del síntoma como mensaje dirigido al Otro fija la angustia[xviii], y se convierte en síntoma autista, por la radical separación entre la subjetividad y las manifestaciones somáticas, o en fenómeno psicosomático[xix] (diferente de las conversiones somáticas) donde no hay articulación significante S1-S2, es decir, hay un defecto de la incorporación del lenguaje y del significante en el cuerpo organismo, como en el asma, la rinitis noalérgicas, las migrañas, el colon irritable, las lumbalgias crónicas, los lupus, etc. 

Podríamos decir que mientras que las conversiones (histéricas o no) son rechazos del cuerpo dialécticos, hoy abundan las modalidades antidialécticas de rechazo del cuerpo (transclínicos).

El nudo borromeo permite abordarlos. Para el Lacan clásico el NP (0) implicaba la forclusión y el N.P. implicaba el Edipo freudiano. Pero el Nudo Borromeo anuncia el fin del binario fuera de discurso/discurso, y también que el fuera de discurso implique el fuera del vínculo social. A partir del 73, Lacan establece que los vínculos sociales producen anudamientos paternos pero también anudamientos no paternos.

Si el anudamiento por el Nombre del Padre tiene como función anudar la filiación y la reproducción sexual, en la actualidad todo se cuestiona, tanto la ley paterna, como la ley biológica. La época actual está plagada de estos vínculos sociales epifánicos (el término es de Colette Soler), que implican cambios en la clínica por efecto del discurso capitalista y que producen efectos de fragmentación y efectos de homogeneización. Generan el sufrimiento de los sujetos y no amenazan el orden establecido, no hacen huelga a la doxa colectiva, pero plantean problemas sociales, clínicos y políticos. Esto nos lleva a tener que distinguir:

  • Síntomas que tienen que ver con el anudamiento NP[xx] (tienen que ver con el desciframiento freudiano).
  • Síntomas que tienen que ver con el no anudamiento del NP (esquizofrenia, paranoia). La identificación inmediata en la psicosis paranoica[xxi] (anudamiento de trébol –en continuidad) no es igual a la captación especular de la imagen en la esquizofrenia[xxii].
  • Síntomas que provienen de otros anudamientos y producen cortocircuitos autistas.

A partir de la referencia al Nudo borromeo el sentido del término sujeto cambia, ahora se trata del sujeto real, que supone que somos parlêtres con nuestros cuerpos marcados por el lenguaje. Esto implica un cambio de paradigma que lleva a Lacan a replantear la cuestión diagnóstica, fundamentalmente el binario forclusión/no forclusión, aunque mantiene la discontinuidad neurosis, psicosis, perversión y el concepto del Nombre del Padre no es cuestionado[xxiii].

BIBLIOGRAFÍA

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Freud, S: Fragmentos de la correspondencia con Fliess. (1892-99). Carta 84, (1898).

Lacan, J: "Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI "donde Lacan afirma que "La pregunta sigue siendo la de qué puede impulsar a quienquiera, sobre todo después de un análisis, a hystorizarse de sí mismo".

Lacan, J. Seminario 17. El reverso del psicoanálisis

Lacan, J. Seminario 19 (Bis). ...Ou pire. El saber del psicoanalista

Lacan, J: Seminario 20, Aún. ed. Paidós.

Lacan, J: Seminario 21, Los no incautos yerran (1973-74).

Lacan, J. “Radiofonía y Televisión”. Ed. Anagrama

Lacan, J: Seminario 23, El Sinthoma (1975-1976).

Lyotard, Jean-François. La condición posmoderna. Editorial Cátedra

J. Lacan, El Atolondradicho, Escansión, ed. Paidós

J. Lacan, Del Trieb de Freud, Escritos 2, ed. Siglo XXI, 1991.

Soler, Colette: Año 2000/2001 Declinaciones de la Angustia

Colette Soler: Año 2001/2002. L´en corps del sujeto

Soler, Colette: Año 2002/2003, La histeria, su lengua, sus dialectos y sus vínculos.

Soler, Colette: 2003/2004. La Querella de los diagnósticos.

Soler, Colette: Año 2004/2005. El síntoma y el analista.

Sontag, Susan: La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas, BBAA, Taurus, 2005.

Zizek, Slavoj. La metástasis del goce. Seis ensayos sobre la mujer y la causalidad, ed. Paidos, Buenos Aires

 


[i] J. Lacan: Seminario 23: Es preciso que haya algo en el significante que resuene (…)… las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Para que resuene este decir… es preciso que el cuerpo sea sensible a ello. De hecho, lo es. Es que el cuerpo tiene algunos orificicios, entre los cuales el más importante es la oreja

[ii] Las ofertas del Otro van escribiendo las huellas que el decir de la demanda inscribe en el cuerpo. Nuestro cuerpo sustancia gozante es el receptor de todo esto, o dicho de otra manera, de la historia de la demanda en la diacronía de nuestra vida.

[iii] Hasta el seminario Aún Lacan habla del cuerpo como desierto de goce. Y a partir del seminario 20 habla del cuerpo sustancia gozante. El hecho de que cambie el concepto de cuerpo desierto de goce al cuerpo sustancia gozante (Seminario 20) no quiere decir, que el cuerpo desierto de goce se anula como concepto en el corpus teórico del psicoanálisis.

[iv] Colette Soler. L´en corps del sujeto: El sujeto del inconsciente habla con su cuerpo, en el sentido de que habla con la pulsión.

[v] El psicoanálisis nace, de la mano de la histeria, allí donde se comienzan a escuchar las voces del cuerpo.

[vi] De la pretensión de garantizar que la totalidad de la libido se transfiriese sobre el vínculo colectivo sin extraviarse en prácticas individualizadas, se deduce el estatuto de la represión cuando Freud escribe El malestar en la cultura.

[vii] "Tres ensayos de una teoría sexual": Con el divorcio de la sexualidad de la genitalidad, Freud introducía una dimensión del cuerpo, que queda ubicado como cuerpo erógeno.

[viii] Freud, en 1920 en "Más allá del principio de placer", sitúa la compulsión de repetición como la regla. La insistencia se sostiene en lo irreductible y en lo indestructible freudiano, que es solidario con la concepción de lo invariante planteada por Lacan en su Seminario 21.

[ix] Las enfermedades se sufren, pero también, curiosamente, se tienen. (En italiano, irlandés, inglés, español y para los judíos). El español admite cierto grado de responsabilidad en el proceso. El inglés, no.

[x] Colette Soler: La psiquiatría sin duda, hace hablar al paciente, pero en la medida que a través de lo que dice, pueda entregar los signos de la especie mórbida a la que pertenece. Se busca en su palabra, no las huellas de un sujeto, sino las huellas de la enfermedad. En cambio, para el psicoanálisis, el síntoma es lo que el sujeto considera como síntoma. La Querella de los diagnósticos Curso 2003-2004.

[xi] Tal como propone Sloterdijk en Crítica de la razón cínica: “El sujeto cínico está al tanto de la distancia entre la máscara ideológica y la realidad social, pero pese a ello insiste en la máscara. La fórmula sería entonces: ellos saben muy bien lo que hacen, pero aún así, lo hacen. La razón cínica ya no es ingenua, sino que es una paradoja de una falsa conciencia ilustrada: uno sabe de sobra la falsedad, está muy al tanto de que hay un interés particular oculto tras una universalidad ideológica, pero aún así, no renuncia a ella."

[xii] Hanna Arendt

[xiii] El nudo borromeo se reformula en R S I y es preciso retomar toda la fenomenología respecto al cuerpo (Imaginario), el verbo (simbólico) y el goce del viviente (real).

[xiv] J. Lacan 1975. Conferencias sobre Joyce 1 x 1 nº 45 pág. 13.

[xv] Colette Soler Año 2002/2003, La histeria, su lengua, sus dialectos y sus vínculos.

[xvi] J. Lacan. Seminario 16. De otro al Otro. Clase 7 de 15 de enero de 1969.

[xvii] No sólo nos nutrimos, somos co-mensales. Los anoréxicos y los bulímicos fallan en su comensalidad, en su simposio.

[xviii] Han ido apareciendo oleadas de síndromes: Síndrome de Sissi, Tigre enjaulado, Hiperhidrosis, La depresión del paraíso, El trastorno de la alegría generalizada, La fobia social, El síndrome de déficit de atención e hiperactividad, El colon irritable, Disforia premenstrual, Ansiedad social.

[xix] Al respecto, los fenómenos psicosomáticos no son meras realidades biológicas. Sin sentimientos no hay hormonas y viceversa. Nuestras reacciones se acompañan inevitablemente de elementos químicos. Freud siempre trató de localizar un espacio que permitiera entender con rigurosidad la articulación de los procesos psíquicos y los fundamentos biológicos.

[xix]. Esa disyunción esencial no admite ninguna síntesis y entonces, la pulsión deviene la única fuerza constante de los síntomas.

[xx] El neurótico es él mismo síntoma, ya sea el obsesivo que supone que el amo sabe lo que quiere, ya sea, la histérica que no se toma por la mujer.

[xxi] En la paranoia se produce un anudamiento de trébol (en continuidad). La paranoia no es sólo una enfermedad del ideal, es también una enfermedad del deseo (no que no lo haya, sino que está congelado) en relación a la mirada. Hay una prevalencia de lo imaginario como muestra la reflexión de Colette Soler sobre Rousseau y las identificaciones no pasan por la mediación fálica, sólo pasan por el deseo narcisista (a-a´).

[xxii] El cuerpo esquizofrénico afectado por el lenguaje tiene un soporte corporal de carne, una sustancia, que es el cuerpo que sufre. El sufrimiento de las voces en el delirio; el sufrimiento corporal, cuando un brazo es un brazo separado de la gestalt corporal.

[xxiii] Colette Soler: La Querella de los diagnósticos. Año 2003/2004.

Autor: Pilar Dasí - 01/03/2010