"...mejor, pues, que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época." J. Lacan.

El Síntoma

Amparo Ortega Silvestre

Intervención el día 12 de febrero de 2003 - Seminario"El diagnóstico en psicoanálisis: fenómeno, síntoma y estructura".

Los comentarios escuchados y repetidamente referidos por un conocido participante de nuestros espacios de reflexión, acerca de que le producen "asco", la actitud y posición de los sujetos deprimidos, a los que añade también la de las personas que son sometidas a presiones laborales (decimos mobing); me ha hecho reflexionar sobre una sensación, que otros compañeros entienden significada como repulsión. También las discretas respuestas que le han ido dando algunos participantes, o las sonrisas y ladeos de cabeza que he observado y me he percibido a mi misma, me han llevado a considerar, qué hay de válido en esa expresión y cuál es el contenido que define en lo que enuncia.

Por una parte considero que cualquier sujeto que sufre, ya plantea de inicio una posición digna de todo respeto. Cuando estas personas no pueden seguir soportando su situación, normalmente acuden a los circuitos donde habitualmente se resuelven estos casos, el médico de atención primaria, luego el especialista o los especialistas, casi siempre, en primer lugar acuden a los que atienden las enfermedades corporales y finalmente a los que se ocupan de la mente y la enfermedad mental, léase neurólogo y psiquiatra, ya sea por la SS o por las mutuas laborales.

Detectamos pues, un malestar y una inquietud a modo de pregunta por esa situación extraña, que les angustia, elaborada como ¿qué me pasa? Ante esa queja, que empieza quizá como lamento, no cabe retroceder, aunque nos parezca cobarde.

En su recorrido, no siempre se produce "el buen encuentro" con un profesional que pueda escuchar algo más de lo que aparece en primer plano, por lo que en la mayor parte de las ocasiones se encuentran con la respuesta farmacológica o la batería de cuestionarios y recomendaciones al uso, para poder resistir los embates de tan delicada situación. En muchos casos los pacientes consideran que por primera vez en su vida, algo así les ocurre, lo que no significa que no hayan varios referentes en su relato, que puedan historizarse como antecedentes traumáticos o hechos conflictivos que han elegido esa vía para dejar emerger la angustia.

En estos casos el terapeuta puede darse cuenta de que el sujeto ha sido incapaz de entender qué le pasa y también que no tiene recursos personales para afrontar las dificultades, que se haya sin fuerzas psíquicas para resolver el impasse creado en su vida, porque finalmente ha cedido en su deseo.

En relación con esta cuestión, seguir el desarrollo de un texto de Pierre Skiabine, titulado "Sobre las faltas morales llamadas depresiones"(1) me ha permitido avanzar en la teorización de estos planteamientos y por ello traigo algunas de sus afirmaciones para la discusión.

La propia clínica psicoanalítica nos indica que no cabe considerar una entidad que se llame "la depresión", aún más en el momento actual en que el sujeto está reducido a la posición de consumidor de anunciadas "píldoras de la felicidad" y donde el discurso psicológico, enmascara los sufrimientos particulares bajo el epígrafe indiferenciador de la depresión. Este término de la depresión, consiste en uno de los síntomas del malestar de la civilización, que surge entre otras cosas como apuntan Freud y Lacan, tal y como se recoge en su artículo de opinión, por los errores cometidos por la ciencia y por la precariedad de la relación del sujeto con su modo de goce.

La posición ética del psicoanálisis es la de trabajar en la dirección de la causa, que es competencia del sujeto y dar cuenta de cada depresión.

Es así, porque tanto la medicina como la psiquiatría, han dejado de cumplir su función de atención integral a la persona, en aras de su progreso hacia la ciencia, dejando que la farmacología opere como único método de cura, sin embargo aún siendo la medicación necesaria e imprescindible en algunos casos, su intervención queda limitada a los procesos somáticos, resultando evidente además que su eficacia oculta la causa de lo que se trata en la depresión.

Para Freud, (Duelo y melancolía) los afectos depresivos acompañan el trabajo del duelo y su función es la de simbolizar la pérdida del objeto y redistribuir la libido. Esta tarea de duelo, consigue aliviar al sujeto del peso de ese objeto, produciendo un efecto de desprendimiento. Es mientras se produce el esfuerzo por producir la pérdida, cuando aparecen los efectos depresivos. En esta lucha entre el yo y el objeto, hay dos salidas, triunfa el yo por medio del duelo y pasa a actuar el objeto como causa del deseo, o la sombra del objeto recae sobre el yo y tenemos la melancolía. En este caso, el sujeto se identifica al objeto, como resto, como desecho, que actúa como objeto de goce del cual no puede separarse.

Para Lacan, (Televisión) considera el afecto en una serie que empieza por la angustia, a la que sigue la tristeza, que en ese punto es calificada como depresión, como falta moral, ... definida como una cobardía moral, que se localiza en el pensamiento. Se trata de una dejación, de una carencia simbólica, de una renuncia del sujeto que cede en su deseo frente al goce, que abandona lo simbólico para dejarse llevar por el goce, y esto le afecta de forma depresiva.

Las manifestaciones depresivas tienen entonces en la clínica freudiana y lacaniana una diversidad significante expresada como: duelo, angustia, inhibición, pasaje al acto, rechazo del inconsciente, melancolía, desamparo, tristeza, cobardía moral, dolor de existir, repugnancia de uno mismo...

Este último término, repugnancia de uno mismo, me hace pensar que ya es el mismo sujeto el que se da asco así mismo, que es eso lo que percibimos, un desprecio por la incapacidad para hacer frente a algo propio que le es desconocido; así pues, no parece necesario reduplicar el supuesto asco, por parte de quien le observa y podría dirigirle hacia la cura.

La clínica psicoanalítica tiene que dar cuenta de cada una de las formas particulares de depresión, elaboración que parte de considerar el modo en que cada sujeto se inscribe con su sufrimiento, en una estructura articulable.

La depresión puede constituir una forma de defensa ante la castración, una tentativa de ocultación. La elección del neurótico, va en esta dirección, ya que antes de asumir su castración, prefiere a veces la culpabilidad, la falta, la depreciación de sí mismo, a un precio que puede llevarle a la depresión melancólica.

En el sujeto histérico, tanto en análisis como fuera de él, cuando se encuentra destituido de su posición de identificación imaginaria con el falo, Se produce lo que llamamos "una caída del brillo fálico", situación a partir de la cual aparecen los afectos depresivos. El sujeto histérico, también puede utilizar la depresión, como un estado en el que el significante se encuentra sin apoyo y sin efecto para situar al significante amo, al amo en falta, escondite protector de la impotencia del significante fálico que el histérico demuestra.

En una clínica diferencial, la depresión puede referirse al Otro, en la identificación (neurosis obsesiva.) y en la alienación (psicosis). En el análisis la caída de las identificaciones ideales hace aparecer el vínculo con el objeto "a" que velaban, este descubrimiento puede aparecer con efectos depresivos pero son distintos a los que se producen cuando un sujeto se identifica a un objeto amado, que aparece como un Otro deprimido del que toma este rasgo. La depresión puede ser una defensa contra el aplastamiento de ese Otro, omnipresente en la alienación.

Aunque los afectos depresivos han existido en las sociedades siempre, la generalización del significante depresión, es un fenómeno moderno y contemporáneo al psicoanálisis. La pregunta que surge es si ¿la depresión es una cuestión del sujeto moderno? o si ¿el ser humano, el hombre y la mujer, tienen una predisposición estructural a la depresión, por el hecho de constituirse como ser hablante, como ser en falta, a nivel de significante y propiamente como ser?. Más bien parece que es la forma de relacionarse con esa falta, donde se plantea la cuestión de la depresión.

Un sujeto sólo tiene dos vías para situar su relación con el goce. En la vía del deseo, se trataría de operar con la falta, priorizando su función estructurante y creadora, sería asumir la castración y convertirse en sujeto deseante. En la vía de la depresión, persistiría en un taponamiento que colmara la falta, cuyo precio sería la renuncia del deseo, concretamente la renuncia pulsional a cambio de una plenitud de goce.

Lacan señala que el sujeto se encuentra bien en todas las modalidades de su reencuentro con el objeto, ya sea bajo el signo de la angustia, o de la tristeza o de la gaya ciencia. Esto ocurre porque el objeto presentifica el plus de goce en el que el sujeto se sostiene, el objeto perdido que intenta reencontrar en la repetición.

El goce está ligado al significante en el ser hablante, la castración para Lacan consiste en la renuncia a un goce sexual mítico que escapa a los recorridos del significante. Pero queda un goce residual, que pasa por lalengua: el goce pulsional que pierde el objeto, pero que carga con la marca. Goce de más que suple la pérdida y que compensa. Este más de goce anima al sujeto, pero si entra en un funcionamiento de exceso desregulado, se entrega a la glotonería de un Superyó, que le exige la renuncia de la satisfacción pulsional y por lo tanto que ceda en su deseo, lo que se acompaña de efectos depresivos. La renuncia al goce pulsional exigida por el Superyó, no apacigua la exigencia, sino que la refuerza.

El Superyó, exige la renuncia al goce pulsional y a la vez empuja al goce, que se separa de la pulsión, que no es más que un goce de obstrucción a la castración. El imperativo de goce del superyó "¡Goza de la renuncia al goce!" Es un paradigma universal, que la religión conoce.

El efecto perverso, se aprecia en la acción de la ciencia más el liberalismo capitalista, que en nuestra sociedad contemporánea hace que se cree el lugar donde anida la depresión, al proporcionar al sujeto un plus de goce aséptico a voluntad, al margen del deseo y puro tapón del vacío pulsional, ya que ha dispuesto una serie de objetos de consumo "confeccionados para el goce", que no tienen nada que ver con la particularidad del fantasma de cada sujeto y con el deseo que este fantasma sostiene, estos objetos universales de goce, son malos sustitutos, que sólo hacer resonar el vacío de la pulsión y crear tristeza y hastío. Si el sujeto elige recuperar ese plus de goce moderno separado de la pulsión, lo hace al precio de su deseo y con la depresión como indicador.

El trabajo del análisis puede permitir, que al renunciar a esos objetos dispuestos para el goce, haya un acceso posible al riesgo del deseo.


NOTAS  (1) Pierre Skriabine, "Sobre las faltas morales llamadas depresiones" en El síntoma charlatán, Fundación del Campo Freudiano. Paidos, Barcelona 1998

Autor: Amparo Ortega Silvestre - 12/02/2003