"...mejor, pues, que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época." J. Lacan.

El viaje de Ulises y la tarea de Penélope

Pilar Dasí

Valencia, 1999

Las leyes principales de la Odisea son oportunas al comentario. Podemos leer ya en Homero cómo se anudan, se mantienen y se desanudan las parejas contemporáneas, convirtiéndose así en un relato moderno. El poema nos proporciona los puntos de articulación de la vinculación de Ulises a Circe, a Calipso, a Penélope, pero también informa de la posición de ellas, diosas o mortales, respecto al protagonista, al esposo y también a los pretendientes, que asedian la casa de Penélope.

Su estructura, los relatos que la constituyen, son una construcción, implican un discurso, pues las aventuras dan a cada lugar su nombre, permitiendo leer, cómo el síntoma no deja de escribirse, implica una fijación, se repite y vinculado a él está la constancia de la pulsión en tanto modalidad de la demanda.

Ulises, que ha partido hacia la guerra de Troya, deja en Itaca a su esposa Penélope y a su hijo Telémaco y la Odisea comienza marcada por sus palabras de despedida: "Cuando veas que mi hijo ya tiene barba, cásate con quien desees y abandona tu casa". Ese niño se ha hecho hombre y, por tanto, Penélope sabe que tiene que tomar la decisión.

Han pasado 20 años, Atenea intercediendo ante la Asamblea de los Dioses, logra que se inicie la travesía del regreso, en la cual, la narración se impone: Los ciclones, los lotófagos, el cíclope Polifemo, Eolo, los lestrígones, Circe, la mansión de Hades y el alma del tebano Tiresias, las sirenas, Caribdis y Escila, las vacas de Helios, la ninfa Calipso, dan cuenta de la estructura significante y la dimensión de goce de este hombre que si tarda tanto tiempo en volver es porque no está ahí lo que desea más profundamente.

El final, trata de Ulises ya en Itaca, su estrategia, y el pacto final entre los aqueos. Allí se advierte que más allá de las resoluciones de lo particular, un lazo social se impone también para Ulises. Se trata del momento en el que una vez matados los pretendientes, Ulises visita a su padre Laertes y los familiares de los aqueos muertos piden venganza. Entonces, por mediación de Atenea, las huestes deponen las armas, excepto Ulises que como un águila que vuela alto, se lanza sobre los que, deseosos de vivir, vuelven a la ciudad. Entonces, Zeus arroja su ardiente rayo exigiéndole contención, evidenciando que la renuncia de Ulises no tiene carácter definitivo, sino simplemente dilatorio a lo largo de todo el poema. Su tolerancia es solo paciencia.

Si ya desde el principio lo sabíamos, es el final el que nos pone sobre la perspectiva que el regreso de Ulises, se debe al deseo de Atenea. Es el deseo sostenido por el falo y mediatizado por la castración lo que permite el despliegue significante del viaje de Ulises; pero es también ese mismo deseo, de falo, el que hace a Penélope mantener su actividad de tejedora, su actividad inconsciente vinculada a la satisfacción. Ambos, Penélope y Ulises, son dos caras de una misma moneda que no se encontraran nunca a pesar de las apariencias, pero también son un hombre y una mujer, un padre y una madre, con una estructura familiar y social donde las relaciones entre los sexos ya están jugadas.

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En la estructura de la Odisea hay varios elementos a considerar, vinculados a la cuestión del partenaire-síntoma:

1) Los que se refieren al acto: El acto en la Odisea siempre suele ir acompañado de un riesgo. Para hablar es preciso no tener miedo, pues hablar compromete, da estatuto de pleno derecho en la estructura social (en el mundo de los adultos). Ejemplo: Telémaco es dotado del don de la palabra para hablar en la Asamblea y a partir de ese instante corre el riesgo de morir (Canto II).

2) Los que se refieren a la narración: El aedo goza de la admiración general porque sabe hablar bien y las sirenas son como un aedo que no se interrumpe. Se trata de una palabra que se iguala al acto más violento posible: dar(se) muerte pues quien oiga el canto de las sirenas no podrá sobrevivir. Dos posiciones se imponen: la de Ulises (oír y atarse al mástil para no sucumbir), la de sus compañeros (taparse los oídos).

3) La estructura de la verdad: La dimensión de la verdad se articula de forma que su invocación es signo de mentira. La mayoría de los acontecimientos son contados varias veces, los personajes se mienten unos a otros, pero el narrador no nos miente jamas, lo que hace que el proceso de enunciación sea idéntico y la diferencia se sitúe en los enunciados.

4) Con relación a la repetición: Las repeticiones son propias de la epopeya. Los relatos mentirosos de Ulises son una forma de repetición: discursos diferentes disimulan una referencia idéntica. Miente cuando lo que dice es verosímil, dice la verdad cuando cuenta acontecimientos inverosímiles.

5) La estructura social de la Odisea: Las leyes de la hospitalidad adquieren un papel relevante en las relaciones entre los sujetos. Quien las transgrede es expulsado, encuentra un rival a su altura y muere; por el contrario, quien se somete a ellas es agasajado, bien recibido, aconsejado.

6) Los protagonistas: Tenemos de un lado, a Ulises y Penélope con sus distintas estrategias respecto a lo que el destino les depara. Él, con sus mentiras, su llanto por la añorada tierra y su querida esposa. Ella, con su astucia para demorar el momento de concluir respecto a la elección de uno entre los 108 pretendientes que la cortejan. Eso es lo manifiesto, pero, podríamos invertir el relato, y poner en evidencia lo escamoteado. Que él, Ulises, demora el momento de llegar a Itaca, con toda clase de aventuras guerreras y amorosas y ella, Penélope, diligentemente y marcando perfectamente los tiempos, va tejiendo, la satisfacción que tiene lo no realizado.

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Con este paradigma vemos lo que el neurótico oculta, que las relaciones del hombre con las mujeres son tan sólo su propia canción. Para Ulises está el tiempo de Circe, el tiempo de Calipso, el tiempo de Penélope, su esposa.

Con la primera, (la que convierte a los hombres en cerdos), se quedará un año. El propio Ulises relata el encuentro, y las instrucciones de Hermes: "debes ordenarla, antes de acostarte con ella, que jure con el gran juramento de los dioses felices que no va a meditar contra ti maldad alguna ni te va a hacer cobarde y poco hombre cuando te hayas desnudado". Cuando, sus compañeros le hacen reflexionar sobre la vuelta a Itaca, Ulises pide a Circe que cumpla su promesa de dejarles marchar, entonces, ésta lo envía a preguntar a Tiresias a la mansión de Hades.

De la segunda, con la que convive 9 años, dirá en varios relatos (Canto VII y IX) que le retiene por la fuerza y destaca esta versión de la que le da a ella. En el canto V, Calipso dirá también a Hermes: "Sois crueles, dioses, y envidiosos más que nadie, ya que os irritáis contra las diosas que duermen abiertamente con un hombre si lo han hecho su amante... Yo lo salvé, lo traté como amigo y lo alimenté y le prometía hacerlo inmortal y sin vejez para siempre. Sin embargo, le ayudaré a que llegue sano y salvo." Efectivamente cumple su promesa y no sin antes darle buenos consejos añade: "¿así que quieres marcharte a tu casa y a tu tierra patria? Vete enhorabuena. Pero si supieras cuántas tristezas te deparará el destino antes de que arribes a tu patria, te quedarías aquí conmigo por más deseoso que estuvieras de ver a tu esposa. Yo en verdad me precio de no ser inferior a aquélla ni en el porte ni en el natural, que no conviene a las mortales jamás competir con las inmortales ni en porte ni en figura". A lo que contesta el astuto Ulises: "Venerable diosa, no te enfades conmigo, que sé muy bien cuánto te es inferior la discreta Penélope en figura y estatura al verla de frente, pues ella es mortal y tú inmortal sin vejez. Pero aun así quiero y deseo todos los días marcharme a mi casa y ver el día del regreso". Tras este diálogo se dirigieron al interior de la cóncava cueva a deleitarse con el amor en mutua compañía.

Pero no serán estas mujeres las que proporcionen a Ulises el dolor más intenso (que compara al sentido cuando Polífemo se comió a sus compañeros), sino las 12 desvergonzadas sirvientas que se han acostado con los pretendientes de Penélope. Tras ocuparse de distinguir, con ayuda de la nodriza, entre las mujeres a aquellas que habían deshonrado el palacio de quienes no. Mató a las culpables, y a las inocentes, después de hacerles limpiar los destrozos, también las mató.

Para Penélope, el tiempo es el de la ausencia de Ulises y la presencia de los pretendientes: "haciendo de su soledad partenaire, mientras que la unión queda en el umbral". Nunca mejor dicho que en la Odisea, donde la unión con el otro sexo queda para Penélope, encarnada en el umbral, tejiendo estrategias, mandando por procuración a las otras mujeres a gozar del encuentro amoroso con los pretendientes, mientras ella llora la ausencia de Ulises. Al final, lamentará la perdida de la belleza, pero, aún así, no vacila en la concepción de la estrategia final, en la cual, ahora sí, va a necesitar a un hombre para llevarla a cabo: tensar el arco es la condición para aceptar el matrimonio.

La posición de Penélope es resaltada en primer lugar en su dimensión de Madre. Surge cuando Telémaco parte en busca de su padre (Canto IV) y en el canto XVII, cuando regresa. En el Canto XVIII, Penélope mujer reflexiona: "Eurímaco, en verdad han destruido los inmortales mis cualidades -forma y cuerpo- el día en que los aqueos se embarcaron para Ilion, y con ellos estaba mi esposo Ulises. Si al menos viniera él y cuidara mi vida, mayor sería mi gloria y yo más bella, pero estoy afligida: no suele ser así el comportamiento de los pretendientes que vienen a cortejar a una noble mujer, ..., rivalizando entre sí; suelen llevar vacas y rico ganado para festín de los amigos de la novia y entregar a ésta brillantes presentes, pero no comerse sin pagar una hacienda ajena."

Tenemos pues en Penélope, un ser de identificación, lo que redobla la alienación, proporcionándole identidad y narcisismo; y algo no identificable y que la hace Otra.

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Es destacable que, tras el encuentro, durante varias estrofas estén hablando y Penélope no reconozca a su esposo, en cambio el perro Argos y la nodriza rápidamente sepan quien es el extranjero. Penélope sólo se queja y anhelante se piensa menos bella que sería si Ulises volviera, al tiempo que le cuenta su engaño respecto al sudario de Laertes (tejer y destejer) y le pide que le interprete un sueño: "Veinte gansos comían en mi casa trigo remojado con agua y yo me alegraba contemplándolos, pero vino desde el monte una gran águila de corvo pico y a todos les rompió el cuello y los mató, y ellos quedaron esparcidos por el palacio, todos juntos, mientras el águila ascendía hacia el divino éter. Yo lloraba a gritos, aunque era un sueño, y se reunieron en torno a mí las aqueas de lindas trenzas, mientras me lamentaba quejumbrosamente de que el águila me hubiera matado a los gansos. Entonces volvió ésta y se poso sobre la pared superior del palacio y, llamando con voz humana, dijo: "Cobra ánimos hija del muy celebrado Icario, que no es un sueño, sino visión real y feliz que habrá de cumplirse. Los gansos son los pretendientes y yo antes era el águila, pero ahora he regresado como esposo tuyo, yo que voy a dar a todos los pretendientes un destino ignominioso".

"Que yo antes era un águila y ahora he regresado como esposo tuyo". A ese esposo es al que Penélope se resiste a reconocer con corazón inflexible, pues ella había sufrido mucho en palacio y él muchas penalidades había pasado en sus viajes. Y cuando habían gozado de amor placentero, Ulises de nuevo partió a ver a su padre Laertes.

Autor: Pilar Dasí - 01/02/1999