"...mejor, pues, que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época." J. Lacan.

La mirada que falta cuando el amante niega el amor

Sobre Eyes wide shut

Otros podrán referirse mejor que yo a la técnica de la cámara manejada por Kubrick en su ultima película, la que muestra a una Nicole Kidman impresionante en su papel. Y es justo de su papel que hace tiempo quería escribir algo, aunque ahora después de un tiempo de prestarle atención, de sus circunstancias personales y de sus declaraciones con motivo de la presentación de la película de Amenábar, Los otros, también me ha interesado como actriz.

Josep Lluis Segui me ha facilitado esa oportunidad y ha sido testigo de la fuerte impresión que me causo esa manera magistral de reflejar en una sola escena algo de la feminidad, del fantasma femenino de la histeria, como podría decirse en el marco de un público versado en el psicoanálisis.

Arthur Schnitzler, el autor de la novela Relato soñado en la que se sostiene Kubrick para contar su historia, era uno de los escritores bien considerados por Sigmund Freud, como se sabe. Schnitzler tiene esa capacidad de transmitir la complejidad psíquica de los personajes de todas sus novelas, aspecto este que tanto intereso a Freud y que seguramente influyo en sus desarrollos de sus estudios sobre la histeria y la neurosis obsesiva. Ambos pertenecieron a la comunidad judía de Viena y su producción y sus trabajos son contemporáneos. Además de Relato soñado, en mi lectura de este autor, privilegio la novela titulada La señorita Else que sostiene una trama que ha acaparado mi atención en más de una ocasión.

Escuchar esta complejidad de la mente humana es, en mi opinión, la única posibilidad de hacer un buen diagnostico diferencial y distinguir el ser loco del neurótico y esa otra estructura clínica que se sostiene en la falta de un significante con el que tejer las venturas y desventuras de una vida. Hablo de la psicosis.

Hoy es reconocido por todos que fue Freud, en el final del siglo XIX y los comienzos del siglo XX, el que permitió dar un salto cualitativo en la comprensión de la complejidad de la mente y las relaciones humanas, desde el punto de vista clínico. Porque, evidentemente la literatura ya emocionaba a cada lector, ya mostraba las pasiones, los recovecos, la atenazante angustia y la sutil ironía que nos transmiten los grandes escritores de todos los tiempos, pero fue Freud quien creo un método para abordar el sufrimiento del sujeto y transformarlo en algo soportable y dialectizable.

Naturalmente todo el mérito no es de la literatura, pues la filosofía, la religión , la antropología, etc. están ahí, y como Freud nos enseñaba, también es imprescindible de conocer esos saberes para cualquier psi que quiera plantearse con responsabilidad su trabajo.

Pero volvamos a Kubrick y su película, pues si bien es cierto que Freud nos proporciono todo eso, también es cierto que hoy hay que hacer un esfuerzo suplementario para no cerrar los oídos al decir del otro. Y hay que seguir investigando, desgranando lo que de las significaciones de una vida se articula con los significantes que la organizan. Es decir, una vez advertidos de la complejidad del ser humano hay que aprender a operar con la simplicidad significante que puede orientar una cura.

En el caso que nos ocupa se trata del amor y la insatisfacción. Toma esa forma, por demás habitual en nuestros tiempos. ¿El personaje de Nicole Kidman y el personaje de Tom Cruise se aman? ¿En que se sostiene su relación antes de la confesión de Nicole Kidman?. Y después, ¿en que puede sostenerse?. ¿Hacia donde se dirige la insatisfacción de cada uno, por otra parte imposible de satisfacer?. ¿Qué los sacude?. ¿En que coyuntura?. ¿Por qué?.

Es alrededor de estas preguntas que me centraré, adelantando ya sin ambages que la clave nos la proporciona Kubrick en la escena que abre la película. Es un minuto escaso, si recuerdo bien, pero ahí esta ya expresada toda la trama que vendrá después y que solo será ya la puesta en funcionamiento de los fantasmas neuróticos de los protagonistas. Evidentemente posee cierto interés desde el punto de vista cinematográfico y del desarrollo de una historia, pero desde el punto de vista de la posibilidad de aprehender algo sobre los personajes, ya esta ahí. Ya está en ese primer minuto, perfectamente contado. Quizás el resto sería innecesario, quizás sería una recreación estética. O quizás sea el despliegue sintomático y fantasmático de cada una de las vidas que vivimos cada uno de nosotros y que finalmente justifica la existencia y la falta en ser.

Voy pues a la escena. Nicole Kidman se acaba de poner su vestido negro para acudir a la fiesta a la que todos los años por Navidad son invitados en función de un cierto reconocimiento social de él en la ciudad de Nueva York. Tom Cruise se acerca al espejo del baño, mientras ella, ya con el vestido pero todavía con las gafas que utiliza en casa --y que se pondrá o llevará puestas en aquellos momentos de la película que quieren reflejar a la esposa o a la madre, mas que a la mujer que es también-- se sienta en el water y le pregunta a su marido ¿Estoy guapa?. El, que a su vez se esta mirando en el espejo, responde sin mirarla: sí, mucho. La escena continua.... El resto ya lo conocemos.

He oído comentarios diversos al respecto de estos personajes e incluso respecto a esta escena, y ha sido divertido para mi compararlos con mis propias impresiones. Evidentemente, la subjetividad también pesa en mi caso y no dejo de interrogarme por mi propia construcción respecto a este ejemplo, para dar cuenta de una impresión sobre la feminidad, los fantasmas femeninos, la locura femenina y la neurosis. También del lado de él, del personaje de T.Cruise he pensado algo, y también he aprendido gracias otra vez al cine, respecto a ese sentimiento que llamamos el amor y que afecta a nuestro mundo imaginario, simbólico y real y por tanto a la forma en que se articula nuestro psiquismo.

Esa no mirada, juega la trama de la desilusión de ella, le toca en su ser de mujer que ha sacrificado en aras de ser esposa y madre, pero en si misma no altera para nada la secuencia de respuestas al medio de él. Demasiado ocupado en el narcisismo que le proporciona su ser de medico, su ser de sujeto no es cuestionado, sino por la pandilla que le pone en cuestión su sexualidad, cuando ya esta jugada la escena de la venganza femenina --aquí esta presente Medea podriamos decir, es decir, el ser femenino o el goce femenino más allá del goce falico que tambien habita a las mujeres-- cuando ya Nicole Kidman le ha hecho saber que es su propia neurosis la que le atrapa, la que le vincula a él y no él mismo --o su ser médico-- como él se empeña en creer. También ha ocurrido ya la escena de la declaración de amor de la hija del paciente de él que acaba de morir, que en esta ocasión no logra sino confundirlo aún más, cuando Kubrick hace aparecer a un doble del cual le diferencia solamente la posición que ocupaba para el padre muerto, aún de cuerpo presente en la escena y que en la novela también esta contado con mucha precisión. Ningún otro mérito.

¿Qué pensamiento, que escena reproduce Tom Cruise una y otra vez a traves de su periplo nocturno? La visión de su mujer con el marino se compagina con una insistencia en sostenerse en su ser medico. Yo diría que a falta de ser se sostiene en el tener.

¿Qué se le desmonta, fantasmaticamente hablando? Algo que pensaba haber adquirido para siempre y que perdió en el mismo instante que paso en su psiquismo a formar parte del lado de tener: una mujer guapa, un carnet de médico, un prestigio social, una hija, amigos influyentes. Ah, y un amigo que no pudo terminar medicina y que seguramente influye en su estrategia de vida más de lo que la película y la novela, desarrollan. Es un problema de lugares y la economía libidinal que resulta, lo que esta en juego especular. Para ella es otra cosa que transciende el tener y lo incluye: no soy tuya, le dirá.

Al no dar esa mirada de amor que ella reclama, caen las máscaras y una vez más se verifica: en el baile de máscaras no era ella, no era él. Las otras mascaras, las que se juegan en el campo de la perversión no son las del amor y las del goce. Son las de un no querer saber de la castración que lleva necesariamente a la muerte del sujeto. Real o imaginaria. En la película ella aceptará dormir con la mascara de él y él no podrá dormir nunca más, o mejor dijo, ya no más sueños. Un destino, por qué no...

Autor: Pilar Dasí - 01/02/2002