En el presente curso centraremos nuestro interés, al igual que en el pasado curso 2003-2004, en la lectura de una serie de textos de Freud y Lacan. Entonces, bajo el título Función paterna y feminidad: La familia aún, realizamos un recorrido que pasaba por con las preguntas freudianas: "¿Qué quiere una mujer?" y "¿qué es un padre?"; preguntas que años más tarde retomará Lacan con formulaciones como "el Otro no existe" o "no hay relación sexual".
Continuando, pues, con este método de trabajo, pero contando con todo aquello que cada uno de nosotros hayamos podido concluir de nuestro trabajo, proponemos para este curso 2004-2005 seguir en uno y otro sentido. Es decir, proseguir la lectura de textos de Freud y Lacan y también retomar las preguntas freudianas más decididamente, pero ampliando el contexto en que se formulan, acercando su discurso, o mejor la lectura de las aportaciones de quienes mantienen una preocupación por el malestar en lo social.
Ahora intentaremos responder a preguntas, ¿qué puede decir el psicoanálisis, y los psicoanalistas, con relación a los hechos sociales que estamos viviendo? Nos interesa su resolución porque cuando las relaciones del sujeto con su mundo no son satisfactorias el sujeto produce síntomas. De lo que se trataría es que el sujeto pudiera establecer nuevas relaciones con sus semejantes y con su entorno. Unas nuevas relaciones, que como decía Freud, le permitan amar, desear y trabajar.
En otros términos, de lo que se trata es de atisbar los cambios del mundo que nos rodea, la cultura, la civilización, y conocer las relaciones; cómo se inscribe y se situa cada sujeto en lo social. Todo ello nos concierne como porque es el origen de numerosos malestares.
En este nuevo recorrido proponemos la lectura de aquellos textos freudianos más preocupados por la relación entre la articulación de lo individual a lo colectivo: la relación del sujeto a la ley, la verdad y su transmisión.
Con Tótem y tabú.- 1912/1913, Freud introduce la vinculación del individuo al grupo, a través de la figura del Padre y la ley primordial, preocupación que estará presente en otros escritos posteriores.
Conectado con la subjetividad de la época, con una sociedad que estaba viviendo las consecuencias de un conflicto terrible y al panorama desalentador, Freud nos brinda dos textos fundamentales: Psicología de las masas y análisis del yo - 1920/21 y El porvenir de una ilusión – 1927. En ambos, sobretodo en el segundo, nos encontramos a un Freud optimista, nos da cuenta de las relaciones que encuentra entre ciencia y religión y nos trasmite una cierta confianza, "ilusión", en que la ciencia llegue a ocupar el lugar de la religión, como proveedora de sentido, una ciencia sometida al imperio de la razón. Aunque en otro posterior su confianza estará algo más mermada. Aquí la pulsión estará de por medio y sobretodo la pulsión de muerte.
Textos de los que nos interesa destacar su confluencia en otro fundamental, El malestar en la cultura (1929), en donde Freud destaca como la integración en la cultura comporta una renuncia pulsional, es decir la renuncia a un bién individual, en beneficio de un bién o un reconocimiento colectivo.
A través de la lectura de los textos de Jacques Lacan lo podemos pensar como que el sujeto paga un precio por estar inscrito en el lenguaje, un precio en términos de castración. No obstante el sujeto recibe a cambio de esas satisfacciones a las que renuncia unas satisfacciones sustitutivas, a través de objetos que rinda la propia cultura.
Casi hacia el final de sus dias, con Moisés y la religión monoteísta (1939), Freud nos lega su preocupación por el fin y la finalidad del psicoanálisis, pero también por su transmisión.
Con estas lecturas y el retomar unos y otros textos, podremos comprobar no solo la vigencia de las preocupaciones de Freud y Lacan, sino la misma lógica en la elaboración de su pensamiento.
Cuando avanzamos en la lectura de los textos de Jacques Lacan descubrimos su relación con la evolución de su pensamiento, con relación al texto freuduano. Así en el caso del Malestar en la cultura, no es la misma la realizada en el seminario VII, que la que hará que diez años más tarde en el seminario XVII. La primera sería más una lectura freudiana, para pasar posteriormente, más que a una lectura, a una pregunta sobre los años sesenta; cuando los cambios que estan aconteciento le hacen vislumbrar como la ciencia está marcando las relaciones del sujeto con la sociedad, una ciencia que convierte al sujeto en objeto del mercado, y en consecuencia en la aparición de "nuevos" síntomas.
Lejos de estar concluidos y cerrados estos retos, continúan tan vigentes como siempre, los podemos detectar a lo largo de la obra de Lacan. Por ello retomamos nuestro trabajo con ellos, insistiendo en una lectura que los interrogue desde nuestra actualidad. Pensamos en que es una buena manera de introducirnos, y también en insistir, en la práctica psicoanalítica, en su objeto: el sujeto que sufre y en su verdad, la causa de su malestar y en la propia responsabilidad de cada sujeto.
Sin pretender ser exhaustivos merece que nos detengamos al menos en las siguientes:
J. Lacan: "Proposición del 9 de octubre de 1967. Sobre el Psicoanálisis de la Escuela".
J. Lacan: "Discurso de clausura de las Jornadas sobre la psicosis en el niño" (1967). El Analiticón, Correo/Paradiso, Barcelona, 1986.
J. Lacan: El reverso del psicoanálisis (1969-70). El seminario v. XVII, Paidós, BB.AA. , caps.
J. Lacan: Televisión
J. Lacan: "La tercera" (1974). Intervenciones y Textos-2, Manantial, BB.AA. 1993. (Intervención en el Congreso de Roma (31.10.1974/3.11.74)
El porvenir de mercados comunes, nos avisa Lacan en 1967 en su proposición, que no traerá la panacea, sino que tendrá como contrapartida la segregación. En el mismo año con motivo de unas jornadas sobre la infancia, sintonizando con el malestar que saldría a la calle meses después - en el mayo francés - nos pone al pairo de los cambios que se avecinan.
"Los hombres se adentran en una época a la que llamamos planetaria, en la que se formarán según ese algo que surge de la destrucción de un antiguo orden social que simbolizaré con el Imperio, tal y como e ha seguido perfilando durante largo tiempo su sombra en una gran civilización, para que sea sustituido por algo bien distinto y que no tiene en absoluto el mismo sentido: los imperialismos. La cuestión que se formula es la siguiente: ¿Cómo arreglárselas para que masas humana, destinadas a compartir un mismo espacio, no solamente geográfico, sino familiar llegado el caso, permanezcan separadas? .....
..... Toda formación humana tiene como esencia y no como accidente, la de refrenar el goce. La cosa se nos aparece así de desnuda, y no ya bajo esos prismas o lentes que se llaman religión, filosofía, o incluso hedonismo, pues el principio del placer es precisamente el freno del goce" ("Discurso ... ).
Si las estructuras caminan por las calles, como respondía Lacan, a los estudiantes del mayo del 68, a través del seminario XVII, además cambian y a su vez producen cambios, en los que el lugar del Otro simbólico no es el mismo, produciéndose, lo que podríamos decir, el paso de uno a otro discurso.
Así pues, lo que Lacan nos trasmite, con relación a los discursos, son las relaciones básicas que estructuran cada "etapa", cada "momento" de nuestra civilización. Donde Freud hablaba del malestar en la civilización, Lacan nos hablará de discursos, como formas de regulación del goce en lo social; pero además dará cuenta de cómo los goces individuales pueden llegar a convivir, coexistir o relacionarse.
Autor: Amparo Ortega Silvestre, Miquel Ángel Fabra - 02/10/2004